jueves, noviembre 21, 2024
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Las bolsas de supermercado son el menor de los problemas: así estamos perdiendo la guerra contra el plástico

Aunque ya hay varios países donde se incluye una tasa al precio de la bolsa de plástico, el turno más reciente le ha tocado a Inglaterra, cinco centavos por cada uno de estos envoltorios diarios que pidamos en los supermercados.

Y sus cifras han sido aún mejor de lo esperado: una caída del 85% del consumo de este producto sólo en sus primeros seis meses de vida. Malas nuevas para los organismos de caridad a los que iba a parar el dinero recaudado, que sólo han conseguido amasar 29 millones de libras con la medida; pero una buenísima noticia para todos los demás. Para el medio ambiente británico, y en realidad, de todo el mundo.

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Que los ingleses hayan pasado de gastar 7.600 millones de bolsas de la compra a apenas 600 (en lo que llevamos de año) es un titular que se cruza con el que recibimos hace nada: las previsiones apuntan a que a partir de 2050 en el mar habría más deshechos de plástico que peces en el mar. Es posible que la economía del gasto de plásticos se racionalice en los próximos años (la respuesta a la tasa de las bolsas, dicen en The Guardian, animará al gobierno a imponer sanciones similares a vasos de bebida, cubiertos y similares), pero aun así es importante recordar el punto de máxima gravedad con respecto a este tema en el que nos encontramos ahora mismo.

Desde los años 50 el plástico ha crecido como industria de una forma mucho mayor a la que lo ha hecho su población. Cada vez se crea una mayor cantidad de packagings que lo incluyen y otros materiales como la madera o el aluminio se han sustituido por diferentes elementos plásticos.

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El océano no es el lugar donde arrojamos la mayor cantidad de estos vertidos, pero sí es el lugar con mayor repercusión climática.

Sólo en 2010, según la revista Science, tiramos a los mares ocho millones de toneladas de plástico en todo el mundo, y en 2015 la cifra ha andado más próxima a los nueve millones. Las famosas islas de residuos que hay a lo largo del globo no contienen todos esos desechos. Como en el caso de los icebergs, la mayoría va al fondo del mar (una masa entre 10 y 1.000 veces mayor que la que habría flotando), donde es casi imposible recuperarlo. Este material supone el 80% de basura total de los océanos y costas.

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Los desechos plásticos en los océanos causan 13.000 millones de dólares en daños cada año, según un informe de las Naciones Unidas, y esa cifra podría ser mucho mayor. Se espera que la producción de plástico en todo el mundo puede alcanzar 33 mil millones de toneladas para el 2050 (de ahí las cifras sobre la cantidad de bolsas y peces que comentábamos al principio).

El plástico reciclado, además, supone un 88% menos de energía para su producción que el plástico hecho con materiales crudos. Es decir, una tonelada de plástico reciclado le ahorra al mundo el equivalente a 685 barriles de petróleo, 5.774 kilovatios hora de electricidad o 30 contenedores individuales de deshechos. Pese a ello, sólo reciclamos una pequeña parte del plástico, dependiendo mucho del país. En Estados Unidos reciclan el 25% de sus plásticos, en la media de los países de Europa el 26. En los países en vías de desarrollo (que son, además, los que más crecen) las cifras son aún más descorazonadoras.

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Otro de los principales problemas es cómo nos deshacemos de ello. Sólo los 20 países que más contaminan del mundo producen más del 80% de todo el plástico mal gestionado. China gana por goleada, y le siguen Indonesia, Filipinas, Vietnam y Sri Lanka. Sólo esos cinco países acumulan el 60% de estos residuos.

¿El truco? Para no ver comprometidas su huella ecológica por los acuerdos medioambientales, los países ricos derivan sus (muchos) desechos a estos otros territorios con una política ecológica menos estricta. Por ejemplo, China recibe el 56% de las exportaciones mundiales de deshechos plásticos. En esos países orientales es más fácil que el plástico acabe incinerándose, en vez de reciclándose. Parece obvio, pero hay que repetirlo: de nada sirve, a nivel medioambiental, que instauremos medidas de control si sólo desplazamos los desechos que generamos a otros países. Vivimos todos en el mismo planeta.

Karlos García

Karlos García es ingeniero en Grupo VegaMedia, y en sus ratos libres escribe disertaciones sobre tecnología e internet. Por eso siempre está en la nube.

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