Las Tarjetas de Crédito con doble filo.
Si sus ingresos son bajos, decida con cuidado las cuotas.
La felicidad de cumplir con una compra soñada puede convertirse en un fuerte e inaguantable dolor de cabeza. Eso es lo que en la práctica pasa con las polémicas tarjetas de crédito, cada vez más presentes en las billeteras de los colombianos de todos los niveles y en las de quienes inician su vida laboral.
Pese a las duras críticas que le llueven, el llamado dinero plástico ha tenido un crecimiento extraordinario, por cuenta de las grandes superficies y las cadenas de comercio, que han visto en la financiación otra forma de vender más y crecer. En Colombia circulan más de 11,2 millones de tarjetas de Crédito que, en julio, reportaban una cartera acumulada de 17 billones de pesos, según la Superintendencia Financiera.
En estas estadísticas se refleja con peso el fenómeno del llamado ‘retail financiero’, como se le dice en países más avanzados en el tema como Chile, a los negocios financieros asociados con el gran comercio y a las grandes cadenas.
Hoy, las tarjetas expedidas por las principales cadenas, de forma directa o por medio de alianzas, ya ocupan alrededor del 39 por ciento del total y han crecido en este segmento mucho más que varios bancos de tradición en el país.
Tuya, la tarjeta del Éxito, cuenta con 1’530.116 usuarios, en tanto que Colpatria que tiene su tarjeta, además de productos de marca compartida como Cencosud, Claro y Pepe Ganga, entre otras, y tarjetas privadas como Codensa, atiende casi a 2 millones de tarjetahabientes, como se conoce a quienes tienen un plástico.
Por su parte, Serfinansa, con Olímpica, tiene 220.232 de estas tarjetas vigentes. Las chilenas participan en el juego con una cuota nada despreciable: Falabella cuenta con 976.000, La Polar con 108.395, en tanto que Ripley – que llegó al país este año- ya contabiliza 14.564 plásticos.
El mercado es tan atractivo, que con la tarjeta Crediuno la firma Credivalores, se ha puesto a la tarea de ir tras los clientes de bajos recursos de ciudades distintas a donde opera Codensa, y complementar la oferta de financiación de grandes cadenas de comercio.
En la competencia, la fórmula de sacar ofertas para compras con tarjeta propia es ‘el pan de cada día´. Las cadenas de comercio se defienden de sus críticos argumentando que cobran los mismos intereses del resto del mercado y que les han abierto la posibilidad a más colombianos de acceder a bienes con crédito formal, relegando prácticas irregulares como los préstamos gota a gota.
“Con las tarjetas de crédito del comercio se está penetrando unos mercados de gente de muchísimos menos recursos, que el sector financiero se muere del susto en otorgar el crédito”, asegura el presidente de Fenalco, Guillermo Botero Nieto. A su juicio, ese segmento se ha dinamizado como una respuesta de los comerciantes a las diferencias que no se han superado con la banca tradicional en materia de los costos que le cobra al comercio por el uso de tarjetas débito y crédito.
Entidades y analistas que conocen el mercado dicen que es un mito que con solo entrar a un supermercado es suficiente para llevarse una tarjeta de crédito. El sector señala que, en promedio, solo se aprueban tres tarjetas de cada 10 candidatos que se estudian para recibir un plástico.
Aunque en algunos casos los créditos vencidos de las tarjetas del comercio son más altos que el promedio del sector y de las tarjetas de la banca tradicional, todas las firmas coinciden en que el riesgo se conoce y cada entidad mide esa variable con criterios distintos.
Carlos Eduardo Upegui, gerente general de Ripley Compañía de Financiamiento, explica que la diferencia está en la segmentación que realiza cada institución y en el nivel de riesgo que está dispuesta a asumir.
“Estos modelos de ‘retail’ financiero han permitido que un importante número de personas acceda a esquemas formales de crédito y que construya un historial crediticio. Hoy en día más del 60 por ciento de la población está expuesta a esquemas de financiación informales que no cuentan con costos regulados y afectan la capacidad adquisitiva de las personas”, advierte.
Santiago Perdomo, presidente de Colpatria, dice que hay oportunidad de seguir aumentando el número de tarjetas de crédito en el país, pero que hay que flexibilizar la regulación de tasas de interés para compensar el mayor riesgo.
Según la Asociación Bancaria, las altas tasas que se aplican a las tarjetas de crédito se deben a la necesidad de las entidades de cubrir el riesgo derivado de esta herramienta crediticia, posición que contrasta con la reciente petición del presidente Santos, de que presten más barato para mover la economía.
En medio de los ‘amores y odios’ que despiertan las tarjetas de crédito, el consumidor tiene la palabra y por ello los expertos tienen varios consejos para que la tarjeta, sobre todo a los más jóvenes, no sea la que les termine manejando el bolsillo.
– No difiera a largo plazo, porque eso es pagar más intereses. Una cuota es lo ideal.
– Si sus ingresos son bajos y va a llenar el cupo, decida con cuidado las cuotas, porque si escoge un plazo corto, los pagos mensuales le pueden quitar lo del mercado, lo de los colegios o lo de gastos diarios.
– En lo posible, si tiene un ingreso adicional, prepague deudas y libere cupo. Algunas firmas no cobran cuota de manejo a quienes están en cero endeudamiento.
– No presuma y solo tenga una tarjeta. Dos tarjetas son viables para usuarios con experiencia y capacidad de pago. De lo contrario, podría entrar a un juego peligroso.
– Por más prácticos que sean, los avances no son recomendables para una sana economía personal. Sí no tiene opción, hágalo pero páguelo rápido.
– Si compra por Internet por la tarjeta, las compras se difieren a largo plazo. Por ello, si puede pague la compra antes de la fecha de corte.
– Refinanciar para bajar la cuota mensual puede ser una alternativa, pero el remedio puede ser peor que la enfermedad.
– Una tarjeta amparada para su hijo puede ser positivo cuando cumpla 18 años. Con un cupo moderado le puede enseñar a hacer uso responsable del crédito y, de paso, puede conocer sobre sus hábitos de consumo y el ritmo de vida que lleva.